
El Vaticano escribe este jueves una nueva página en su milenaria historia con la elección de Robert Francis Prevost, cardenal estadounidense, como nuevo sucesor de San Pedro.
Con ello, no solo se marca un hecho inédito, el primer papa originario de Estados Unidos, sino también el renacer de una de las tradiciones más simbólicas del pontificado: la elección de un nombre papal cargado de historia.
El recién elegido pontífice ha decidido llamarse León XIV, reviviendo una línea papal que no se utilizaba desde hace más de un siglo.
El nombre fue escogido en homenaje a San León Magno, una de las figuras más trascendentales del cristianismo antiguo, recordado por su defensa firme de la doctrina y por haber detenido a Atila el Huno en las puertas de Roma en el siglo V.
Un legado con trece nombres previos
El nombre León ha sido portado por trece papas antes de Prevost. Entre ellos, algunos dejaron huellas imborrables en la Iglesia y en la historia universal:
León I (440–461), también conocido como San León Magno, fue un defensor férreo de la primacía romana y pieza clave en la diplomacia con los invasores bárbaros.